| En los últimos 15 años, México ha registrado un rápido desarrollo de parques eólicos a gran escala en el istmo de Tehuantepec, ubicado en la parte suroeste del estado de Oaxaca. Se considera que esta región tiene 44,000 MW de capacidad potencial de energía eólica con 33,200 MW adecuadas para el desarrollo comercial. El territorio comprende tierras tradicionales de los grupos Binnizá e Ikjoots (Zapotecos y Huaves en español), la mayoría de ellas organizadas a través de regímenes de tierras comunales y derecho consuetudinario. Las comunidades indígenas en el área dependen en gran medida de los medios de vida tradicionales arraigados al territorio, incluidas las actividades de pesca y agricultura. El istmo también es parte del corredor biológico mesoamericano y una de las rutas de aves migratorias más grandes, lo que lo convierte en un área sensible y controvertida para la ubicación del molino de viento. A principios de 2015, el corredor eólico en el istmo de TehuantePec comprende más de 15 proyectos privados de energía eólica que alcanzan una capacidad instalada acumulada de 2.077 MW. La mayoría de estos proyectos están destinados a suministrar electricidad a las empresas privadas, mientras que el resto está destinado a vender electricidad para la distribución pública en áreas urbanizadas del país. La oposición hacia los parques eólicos en el istmo comenzó en 1994 y ha ganado la fuerza a medida que los proyectos privados se han extendido sobre el territorio. En este contexto, las organizaciones locales se expandieron a través de varias instancias políticas con la contribución de diferentes actores externos. Tales grupos afirman que las empresas gubernamentales y privadas no han realizado procesos de consulta formales a las comunidades indígenas afectadas por molinos de viento. También han demandado por contratos ilegales de arrendamiento de tierras e impactos ambientales en las fases de construcción y operación. Además, las comunidades indígenas han presentado fuertes quejas contra los procesos de privatización y desposión sobre sus tierras y recursos locales.
Uno de los casos más visibles de oposición en la región se encuentra En la comunidad de San Dionisio del Mar. Aquí, la compañía española Preneal planeó desplegar 102 turbinas a través del Bar costero de Santa Teresa y 30 turbinas adicionales en Santa María del Mar. juntos, comprenderían un proyecto ambicioso (último conocido como Renovables Mareña) Se espera que alcance una capacidad instalada de 396 MW. El proyecto se otorgó en 2006 para proporcionar electricidad a las grandes compañías de bebidas (incluida la cervecería de Cuauhtémoc Montezuma y Coca-Cola Femsa). Dos estudios de evaluación de impacto ambiental para ambas instalaciones se completaron en junio de 2009, lo que indica la pérdida potencial de la biodiversidad y el aumento de los conflictos sociales en el área. Sin embargo, el proyecto recibió un fuerte apoyo tanto del gobierno mexicano como del Banco Interamericano de Desarrollo, promoviéndolo como un paso significativo para expandir el suministro de energía al tiempo que reduce las emisiones de los gases de efecto invernadero. La oposición contra el proyecto Mareña fue dirigida principalmente por la comunidad de San Dionisio, donde la mayoría de los molinos de viento debían desplegarse. Los propietarios de tierras de San Dionisio presentaron una demanda para anular los contratos de arrendamiento de tierras con preneal, alegando varias irregularidades cometidas por la compañía durante el proceso de firma de contratos. Los abogados afirmaron que tales irregularidades violaron tanto la constitución mexicana como la Convención de la OIT 169. Estas afirmaciones fueron altamente respaldadas por la Asamblea en defensa de la tierra y el territorio del pueblo indígena en el istmo de Tehuantepec ("la Asamblea"), una red de resistencia. que estaba teniendo una presencia más fuerte en la región. Las movilizaciones también se unieron a otras trece comunidades cercanas que se verían afectadas por el recinto del mar interior, la pesca inquietante y el comercio local.
El conflicto se expandió y se volvió más complejo cuando los contratos de arrendamiento de tierras intensificaron conflictos agrarios anteriores en la región. Esto sucedió entre las comunidades de Santa María y San Mateo del Mar, donde una vieja lucha por definir sus fronteras se reinició con el acuerdo de construir 30 molinos de viento en un área en disputa, incluida una zona tradicionalmente utilizada para las celebraciones indígenas y católicas. Esto condujo a nuevas tensiones entre ambas comunidades, mientras que San Mateo del Mar se negó a aceptar el proyecto. Excepto por Santa María del Mar (que aceptó el contrato con Preneal) Los grupos locales comenzaron una oposición visible y organizada en 2011, cuando la Asamblea se demostró fuera de la oficina de la Comisión Federal de Electricidad en Oaxaca. Otras movilizaciones incluyeron bloqueos ferroviarios, protestas callejeras y la ocupación del municipio de San Dionisio. Todas estas acciones crearon presión política y obstaculizaron la entrada de maquinaria en la región, retrasando la construcción del proyecto. Dadas tales condiciones, Preneal decidió vender el proyecto en 89,000,000 USD a un consorcio transnacional constituido por Fomento Econólico Mexicano (FEMSA), el Fondo de Infraestructura de México Macquarie (MMIF) y la Sociedad Macquarie Capital Society. Sin embargo, este cambio estratégico vino con un escándalo de corrupción adicional sobre la acusación de que el nuevo consorcio dio 20,000,000 pesos mexicanos (1.33 millones de dólares) al alcalde local para obtener apoyo para el proyecto. Las controversias y las tensiones conducen a movilizaciones locales más fuertes y una ola de violencia aumentó contra los miembros de la Asamblea que luchaban contra este y otros proyectos futuros de energía eólica en la región. Se registraron casos de acoso y persecución, así como detenciones ilegales. En 2012 ocurrió un caso emblemático con el arresto de Bettina Cruz, una líder local que es miembro de la Asamblea, así como de la Red Nacional de Mujeres Defensores de Derechos Humanos en México. Según el Servicio Internacional de Derechos Humanos, el proceso contra ella se basó en acusaciones infundadas y sin fundamento. Aunque finalmente fue liberada por los cargos, tales acusaciones fueron vistas como un mensaje claro contra la oposición social. Sin embargo, a fines de 2012, la presión política finalmente tuvo éxito cuando un juez federal ordenó la suspensión del proyecto en San Dionisio, argumentando la violación de los derechos de propiedad comunitaria. Aunque el Gobierno y el Consorcio resistieron esta decisión tratando de reubicar el proyecto, la Asamblea reconoció este proceso como un resultado exitoso para las comunidades locales. Palabras clave: molinos de viento, quejas indígenas, capital internacional |